sábado, 24 de enero de 2015

Renacer en medio de la nada...



Vivo en Lanzarote hace unos siete años, y siempre lo he hecho en el sur de la isla, concretamente en un pueblo llamado Playa Blanca, situado entre el parque nacional del Timanfaya y el inmenso océano atlántico. Pues bien, esta zona es montañosa pero más bien seca y de escasa vegetación, y yo, que de pequeña me he criado en una pequeñita aldea en pleno monte gallego comprenderéis que a menudo tenga esa necesidad de sentirme rodeada  de verde, de perderme entre árboles y palpar vegetación, etc…

Cuando llegué a la isla creí que me sería difícil encontrar el mínimo rastro de verde natural,  pero, al explorar el norte, me di cuenta de que así como en medio de un desierto puedes encontrar un árbol en la nada, también en una isla volcánica puede haber vegetación en  abundancia. Y vamos que si la hay, es una auténtica gozada encontrar sitios casi inexplorados, plantas desconocidas, árboles que crecen en medio de rocas volcánicas, y otra vez, sentirse como en casa, en medio de la nada, sin el más mínimo sonido de las olas, ni de la muchedumbre del pueblo.

A finales de Diciembre he vuelto a mi pequeño paraíso en la nada, al que yo denomino ‘’mi garrafa de oxígeno’’, aquella de la que, en ciertas ocasiones, necesito pequeñas dosis para llenarme de vida una vez más. Y aquí lo tenéis, en un par de fotografías, para que lo disfrutéis, en cierta manera, como lo hago yo.





Espero que, aunque sea solo un poquito, halláis podido disfrutar de este pequeño paraíso 
como lo hago yo. Y contadme, ¿tenéis un sitio especial en vuestro alrededor al que acudís a 
menudo?, ¡Sed muy felices!




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